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jueves, 28 de agosto de 2008

Suicidios Juveniles: El Drama Que Sufrió Salamanca

Mientras hoy Tongoy lamenta la muerte de varios jóvenes, hace 12 años, en la provincia del Choapa, las crónicas policiales apuntaron a un fenómeno similar. ¿Qué se hizo en aquel entonces? Diario El Día viajó hasta allá para buscar esta respuesta.
Armando Tapia Cortés
Lionel Varela Álvarez
En Tongoy la población ya no duerme tranquila. El temor a un nuevo suicidio juvenil está latente. Pero lamentablemente este tipo de casos no es algo nuevo en Chile. Pasó en Aysén, en Calama y también ocurrió hace algunos años en Salamanca. A primera vista una tranquila ciudad, pero que escondía una triste realidad. Fue a mediados de los años 90 y generó revuelo mediático a nivel nacional.Es por esta razón que decidimos indagar en la comuna de Choapa cómo la gente había logrado superar la psicosis colectiva producida por este fenómeno.A pesar de lo dramático, sorprendentemente estos trágicos hechos fueron olvidados con rapidez por los habitantes de la comuna. Son pocos los que recuerdan los nombres o datos de los involucrados, menos las fechas en que ocurrieron. La mayoría de los salamanquinos hacen más referencias a los programas de televisión que se basaron en estos casos. “No recuerdo mucho cómo fue la cosa, pero sí cuando llegaron muchos periodistas. Incluso, hasta en un capítulo del programa “Mea Culpa”, de Carlos Pinto, tocaron el tema, lo que causó un gran impacto en la comuna, sobre todo porque en ese tiempo sólo llegaba la señal de Televisión Nacional”, sostiene un taxista al ser consultado si recordaba los suicidios.Bajo este panorama no fue fácil reconstituir el drama. Al igual que en Tongoy, en un principio también se habló de la existencia de una secta que integraban los jóvenes involucrados en las muertes. ¿Qué ocurrió con las personas que directamente estuvieron involucradas y vivieron el drama?
Un pacto de muerte
A fines del año 95 la comuna de Choapa se estremeció con el suicidio de Leonardo Cortés López, que a los pocos días de haber cumplido 20 años, fue encontrado ahorcado al interior de la casa de unos amigos. En abril del 96, otro joven de 15 años, llamado Rodrigo Araya, se quitó la vida, colgándose en el interior de su hogar. A escasos días del anterior suicidio, fue encontrada una tercera víctima, de 18 años, que también se llamaba Rodrigo Araya. A partir de ese momento, comenzó a tejerse una serie de historias en torno a que había un supuesto acuerdo para quitarse la vida entre los integrantes de una secta. Sin embargo, nunca se pudo comprobar esta hipótesis, aunque las especulaciones no faltaron. Sobre todo cuando otros tres jóvenes tomaron la misma trágica decisión y otros dos fueron salvados por amigos mientras intentaban colgarse.El primer paso para poder dar con estos familiares fue tratar de encontrar a personas que indirectamente estuvieran relacionadas con la situación. Sin embargo, casi todos los consultados simplemente no recordaban con claridad qué ocurrió, y entregaron datos muy imprecisos.Los casos del programa “Mea Culpa” se transformaron en la respuesta más común de la gente. A pesar de que en una comuna pequeña todos suelen conocerse, son pocos los que dicen ubicar a algún familiar de aquellos 6 jóvenes que tomaron la decisión de quitarse la vida.Pero entre consulta y consulta, dimos con algunos nombres claves, de quienes habrían participado con sus declaraciones en tan recordado programa. “Yo me acuerdo de que era el padre belga Luis el que aconsejaba a las familias, pero ahora ya no es cura y vive en una localidad rural alejada de la comuna”, sostiene una de nuestras primeras fuentes consultadas, mientras otro le rebate que “en ese tiempo era el padre Florencio, el del Tambo, el que había salido hablando en “Mea Culpa”. Luego ambos logran ponerse de acuerdo y nos señalan que consultemos por Marta López, la madre de uno de los jóvenes involucrados en los hechos, y por Carlos Fuentes, quien era cercano a los jóvenes.Con estas indicaciones llegamos a la casa de algunos familiares de Carlos Fuentes, donde nos entregaron un número al que podríamos contactarnos con él. Al contarle de la investigación, en un principio se mostró reacio a participar, pero luego fue indicándonos algunos detalles. “Lo que se decía en ese entonces era que un grupo de 10 muchachos se juntaba en el cementerio municipal a practicar brujería y llamar a los espíritus. Me contaron que una noche invocaron al espíritu de Leonardo, quien había muerto hace poco. Luego se les apareció un hombre de negro, que habría apuntado a quienes serían los siguientes en morir”, relató Carlos Fuentes, quien dice haber conocido a algunas de las personas que estaban presentes en aquella ocasión.Fuentes sostienen que nada tuvo que ver en la “famosa secta” , pero que sí conocía a los integrantes por ser de la misma edad. Agrega que los jóvenes que supuestamente habían sido señalados por aquel hombre de negro fueron “los que después terminaron quitándose la vida, y que el resto de las personas integrantes del grupo nunca más se refirieron al tema y que la mayoría se fue de la comuna”.Encontrar el domicilio de Marta López fue más sencillo. Con los datos brindados y por tratarse de una persona muy reconocida en la comunidad, debido a que es una destacada voluntaria de Bomberos, se logró dar rápidamente con su paradero. Pese a nuestros temores de abrir viejas heridas en el recuerdo de la mujer, nos relata cómo vivió aquellos trágicos días luego de que su primogénito tomara la decisión de quitarse la vida.La mujer afirma que no es que quiera defender la imagen de su hijo, pero que los rumores de que pertenecía a una secta no son verídicos. “Él se ahorcó porque tenía problemas sentimentales. En esos días había pelea­do con su polola y eso lo llevó a quitarse la vida. No estaba relacionado con los que iban al cementerio. No conocía a ninguno de los niños que supuestamente estaban en este grupo”.López sostiene que se quiso vincular con los mitos que existen en la comuna sobre el tema que estaban viviendo los jóvenes. “Nadie pudo comprobar que existía una secta. Incluso era gente del sector rural, quienes no tenían relación, los que muchas veces hacían comentarios sin fundamentos”.Esto último es ratificado por los pocos carabineros de aquella época que siguen cumpliendo funciones en la subcomisaría de Salamanca. “En ese entonces se dijo mucho sobre la secta, pero nunca se pudo comprobar nada. Es lo mismo que está pasando hoy, donde en un corto tiempo van varios suicidios. Pero aquella vez, al relacionarse con los supuestos actos de espiritismo de un grupo de niños que se juntaban en el cementerio, se le entregó otra connotación”, sostiene uno de los integrantes de la policía uniformada que participó de las diligencias para investigar los trágicos casos.Un poco más drástico con los jóvenes fue el actual concejal de la comuna de Salamanca, Roberto Rondanelli, quien en ese tiempo integraba ya el concejo municipal. Afirma que lo que ocurrió fue que en ese entonces se juntaba un grupo de muchachos a beber y a drogarse en el cementerio, situación que los llevaba a hacer tonteras.“Nosotros tuvimos que ayudar a varios de ese grupo para que salieran de las drogas y el alcohol. Nunca fue nada de una secta o algo similar. Ellos jugaban a hacer espiritismo pero de allí a lograrlo no fue así. Tuvimos que llevar a un par de esos jóvenes al hospital, porque estaban drogados e intoxicados con “chamico”, (planta alucinógena)”.Muchas de las familias afectadas y otro gran número de padres preocupados porque su hijo no tome una decisión similar buscaron apoyo en la iglesia. “Los párrocos de ese entonces, ambos franciscanos, apoyaron en todo sentido a las familias y en cada prédica buscaban ayudar a la gente y orientar a los niños sobre el tema”, sostuvo Monseñor Rafael de la Barra, obispo de Illapel.El religioso precisa que es importante acercarse a Dios con el fin de evitar tomar estas drásticas medidas y que los familiares de las personas que se han suicidado deben buscar el consuelo en la fe.Jorge Saldívar, quien se desempeñaba como reportero de medios radiales de la zona en esos años, manifiesta que la gente se encontraba muy preocupada por la muerte de los jóvenes. “Los medios nacionales llegaron a la comuna, reportearon el tema de la brujería y realizaron una serie de programas mostrando la historia de los suicidios. Yo acompañé a varios periodistas y me llamaron de varios medios consultando por estas muertes, la mayoría dando énfasis a la parte de la brujería. Y debido a que Salamanca es conocida por esas historias, quisieron relacionar los suicidios con aquellas leyendas. Pero creo que esas muertes fueron por causas variadas, como sentimentales, depresiones, soledad y falta de oportunidades. Las autoridades, policías y colegios abordaron a los estudiantes con charlas y trataron de evitar que se siguieran repitiendo estos casos. Luego, la comunidad fue olvidando y sólo los familiares deben de haber seguido con su dolor hasta estos días”.Pero cabe preguntarse cómo una comunidad tan golpeada con estos trágicos hechos pudo salir adelante, y cómo el paso de los años les permitió olvidar y cerrar estas heridas.El alcalde de la época, Fernando Gallardo, afirma que en ese tiempo no existía la planta de profesionales y de organizaciones destinadas a supervisar estos casos.“No recibimos ninguna ayuda del gobierno de la época. En ese momento tratamos de ayudar a las familias en los funerales de los jóvenes, pero no existió una ayuda espiritual o psicológica. Se formaron varios cabildos abiertos para analizar el tema con los pobladores, además se trabajó en los colegios para que no ocurrieran nuevos suicidios”.Gallardo sostiene que, como máxima autoridad comunal de la época, se reunió con los líderes de este supuesto grupo y comenzó a tener una comunicación cercana con ellos para detener la situación.“Personalmente, me acerqué a ellos, con el objetivo de escucharlos y de que ellos confiaran en mi persona. A muchos de ellos se les consiguió trabajo y logramos detener la situación”.El ex edil afirma que esa es la forma en que debería enfrentarse el drama que vive la comuna de Tongoy. “Si es que puedo dar un consejo, sería que las autoridades logren una buena llegada a estos jóvenes, que se acerquen a ellos y que los escuchen... se ganen su confianza y que cumplan con lo que se les promete y los ayuden a salir adelante. Más que un psicólogo u otra persona ajena a la comunidad, debe ser alguien que los conozca y que con quien se sientan representados. No sé si será el alcalde o algún concejal, eso tiene que manejarse bien”.María Teresa Barraza, asistente social que en el año 96 se desempeñaba como jefa del departamento social de la municipalidad de Salamanca, reafirma que no se efectuó ningún programa de intervención en la comuna y que tampoco se entregó un apoyo psicológico a los familiares de los jóvenes.“Recuerdo que se les entregó ayuda económica para costear los gastos de los servicios fúnebres, no así en lo emocional. Tampoco se hizo un seguimiento a las familias. Ellos vivieron su dolor en forma silenciosa y, luego del shock inicial, el resto de la comunidad continuó con su rutina normal”.Barraza afirma que a las familias de estos jóvenes les costó asumir su pérdida y que incluso algunos abandonaron la ciudad de Salamanca. “La familia de uno de los chicos Araya que se suicidaron, se fue a vivir a la Tercera Región. Para ellos era complicado quedarse, sobre todo por tratarse del mayor de los hijos que tenía ese matrimonio”.Marta López precisa que le costó asumir la decisión adoptada por su hijo y que en un principio influyó en el ánimo de toda la familia. “Era mi hijo mayor, estábamos todos destrozados, pero el tiempo cura las heridas. Estuve con psicólogo, que me señaló que debía respetar la decisión de mi hijo, aunque caí en una depresión que me llevó a intentar hacer lo mismo. Luego logré salir adelante”, afirma serenamente.Asimismo, manifiesta que la única forma de superar la pena es buscando ayuda profesional o a través de la iglesia. “Uno reniega de Dios y pierde la fe, pero uno encuentra el consuelo en ello. Yo siento bastante lo que está pasando en Tongoy, porque sé el dolor que están viviendo, deben apoyarse en su familia y salir adelante”.La madre sostiene que en un principio todos se acercan ofreciendo ayuda y que todas las autoridades llegan en el momento a prometer miles de cosas. “Esto dura un rato, fueron tantas las cosas que dijeron, que no nos iban a dejar solos, que no nos preocupáramos por nada, que siempre íbamos a contar con ellos a nuestro lado. Pero esto dura un tiempo, luego con el pasar de los días ni se acuerdan de todas las promesas y quedamos solos con nuestro dolor”.

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